Jonathan Remo

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Y ASÍ PASABAN LOS DÍAS…

Por: Jonathan Remo

… y así pasaban los días, en silencio, sin ganas.

La pequeña Claire ya no podía soportar por más tiempo las tardes atrapada dentro de las 4 paredes de su cobriza habitación. Escuela en las mañanas, casa por las tardes, noches sin sueño.

-Paris… que fastidio! Todo mundo quiere estar aquí, caminar, tragar su aire como si de verdad fuera esencia de Chanel… que absurdo!-

A pesar de ser niña, Claire tenía una enorme sensibilidad visual con los espacios. Las calles viejas y pequeñas la ponían nerviosa, la vista a lo alto desde su ventana la inspiraba; el campo abierto la ponía a reír. Los trazos de asfalto lastimaban sus pies; Le Louvre no tenía sentido… “¿Porqué los marcos de las pinturas son tan diversos en su tamaño? No había un orden en sus paredes, no hay una medida agradable a la vista… Y esa pirámide de cristal…! No va! No tiene sentido!”

Ella visitaba más de dos veces por semana el Museo de Louvre, sólo pinturas, los grandes maestros. Pero nunca podía maravillarse por ninguno… los marcos, la luz, el color en las paredes, las figuras del piso, todo… todo distrae su mirada.

Solo pasaron seis meses y ya era suficiente, quería andar descalza, con vestidos ligeros, entre enormes árboles y el bullicio, no el de las calles de su ciudad, sino el de los animales libres… ella quería volver a la selva.

Campeche, Chiapas, Chetumal, Palenque, … ese lugar era perfecto. Verde por doquier, lluvias, calor, arquitectura ordenada… medidas sencillas que multiplicadas creaban maravillas.

¡Vaya una pena! México es bello, colorido, interesante… aprender otro idioma le agrada, sólo que tras la liberación de Florence algo no anda bien. Claire se sonroja cuando lo recuerda. Su edad no le da para comprender el caso, pero sí conoce ya la vergüenza. Aquella vez en el aeropuerto cuando la vio, no sabía quién era, parecía que toda esa gente esperaba a una estrella de cine o algún deportista de moda. Sus padres bajaron el rostro, se alejaron un poco de la multitud y caminaron más rápido a la salida.

-¿Quién era ella Pa?

-Cassez, estuvo presa en México pero la han liberado. Volvió a casa.

-¿Porqué la tenían allá? ¿Tenía amigos malos…?

-Sí.

-Pero ella no hizo nada?

Su madre intervino. – No sabemos! Solo la han dejado libre.

Su padre, subiéndola al taxi dijo: “Fue una promesa del presidente, algo muy dentro y privado, pero él dijo que la traería de vuelta y México la ha dejado.”

-¿Robó algo…?

-No, siéntate junto a mamá, Luego te contaremos esto, pero no lo comentes en tu colegio, es algo delicado de comprender.

No pasaron ni dos días cuando Claire ya había leído muchas historias de este caso. Estaba lista para charlar con su padre, una tarde junto a la ventana del piso cinco donde vivían y así, averiguar cuándo volverían a la selva. Pero… ¡qué pena regresar!

Ella sabía bien que sus dos nuevos amigos que dejó en la selva no tocarían el tema… vamos, ni francés sabían hablar. -¿Y… si un día la veía en la tele? ¿O qué pasaría si algún adulto hablaba de secuestros? -En México pasa mucho!-

¿Qué diría cuando algún adulto tocara el tema? Qué pasaría con ella y sus padres si todas las lágrimas de esta historia fueran ciertas?

Sentía culpa, sentía temor; su corazón tenía tristeza tras leer dos historias que mencionan `mutilación, encierro, hambre, gritos´. Y en estas historias siempre mencionada aparece Florence.

La tarde pasaba más lenta que lo normal, su padre había llamado diciendo que saldría un poco después de las 6. No siente hambre, no tiene sed, los nervios le consumen la sonrisa, su mirada nuevamente no encuentra paz:

Las cortinas blancas reflejan figuras en la pared, todas esas líneas en la alfombra la vuelven loca; el humo del cigarrillo de su madre, los aviones en el cielo, los autos allá abajo en la rue…

Ya no quiere Paris, ya no quiere escuela. Tampoco leche suiza ni panes con queso, ella solo quiere volar y volver a volar… a México.

Quiere subirse a un avión que la deje en el calor de la selva, quiere abrir sus brazos y volar entre árboles. Abrir sus brazos y volar sobre la hierba húmeda, bajo las lluvias; volar junto a edificios mayas, volar y sentir libertad… eso que al parecer, sólo al parecer, Florence se dedicaba a reprimir.